¿Y
ahora qué? Esa es exactamente la pregunta que todo el mundo que se precie
debería hacerse cuando finaliza algo que ha formado parte de su vida, en mayor o menor medida, más o menos importante, ya sea
por un día, un mes, un año u ocho cortas temporadas. ¿Y ahora qué?
House ha acabado (oooooh). Ha tocado a su fin (cuando
la cosa se ponía interesante, “mecachis”). Tras 177 capítulos, esta serie creada por
David Shore, y producida entre otros por Bryan Singer, ha bajado el telón con
un final inesperado a la par que lógico… ¡¿qué incongruencia la mía, verdad?! Y
como todo fin que se precie yo, personalmente, no os lo voy a desvelar, ni dar pistas (ni nombres). Pero sí
que matizaré mis palabras: lo considero inesperado porque uno siempre espera
que acaben estas cosas siendo todos requetefelices y comiendo perdices (o un perrito
caliente), aún a sabiendas que el protagonista es un kamikaze
profesional, y que los finales de otras temporadas no incitaban a la esperanza;
y digo lógico porque si uno echa la vista atrás atenderá a que esta serie
siempre se trató de medicina y de amistad… y en ocasiones de abuso de ella;
pero sino no sería House. Dicho esto, tengo que confesaros que me gusta como acaba
y os lo recomiendo engatusadamente,
incluso dejando la puerta abierta a una nueva serie ('spin-off'), con un nuevo jefe (que no
nuevo inquilino) en la consulta más salvavidas del ficticio Hospital Universitario
Princeton-Plainsboro de New Jersey. ¿Quién será?
Pero
para quien no lo sepa todavía, le diré que Gregory House (Hugh Laurie) es
(bueno, era) un brillante médico especialista en diagnósticos raros, cuyos
lemas o ‘leitmotiv’ perfectamente podrían ser estos tres: “¿De qué habláis
que yo me opongo?”, “Si está prohibido yo me apunto” y “El momento perfecto
para joderlo todo es cuando uno comienza a ser feliz”. Desde el inicio de la
serie, allá por el 2004, muy pronto me sentí muy identificado y a su vez atrapado por el encanto de este
ser infeliz por naturaleza, que ejerce la medicina a su manera y sin bata
blanca, y se mantiene erguido gracias a su bastón de madera (si quieres saber
por qué, no te pierdas el vigésimo-primer capítulo de la primera temporada; seguramente el mejor: “Tres historias”). Y cuando comenzó, recuerdo que yo nunca antes había
vivido un boom semejante en la televisión con una serie norteamericana (Falcon
Crest o Dallas me pillaron muy pequeño), a excepción de Friends. Y al igual que
sucedió con la maravillosa comedia de situación sede en NY, todo el mundo
hablaba de House, “House por aquí y House por allá” la hubiesen visto o
no, y de que un matasanos cascarrabias con dotes Sherlockholmianas (¿se dirá así?) había llegado para quedarse, y de
paso arrasar en la pequeña pantalla. Y así ha sido: creo que las estadísticas
dicen que se trata de la serie más seguida en occidente. ¿Y ahora qué?
Cuando
todos estábamos expectantes de ver como se resolvería el “adiós fortuito” de
Cuddy, y si aparecería un nuevo escote que mantendría distraído a Greg, va y
los guionistas (en ocasiones muy brillantes) se sacan de la manga una de las mejores temporadas, con
personajes femeninos nuevos y con un último capítulo, “Todo el mundo muere” (Everybody dies), a la altura del
monstruo, y homenajeando a su primer episodio: “Todo el mundo miente” (Everybody lies), título al que tanto y
tanto jugo han sacado cuando se trataba de la "visita" de un nuevo paciente al hospital…
Y
al final llegó el final, ese vacío que uno nunca espera que llegue pero llega,
ese adiós al tipo áspero de barba de media semana, motero con mochila, drogata y autodestructivo, adicto a la vicodina, al drama y a los culebrones de médicos, sarcástico hasta la médula y de ideas acojonantes (y no
solamente cuando de medicina se trata). Adiós a sus sentencias inquietantes y a sus previsibles flashes alucinantes que resolvían la mayoría de sus
casos. Adiós a este fan incondicional de los 'Monster Truck' y de destrozar todo
lo que le rodea, a ritmo de los The Who y de los Rolling Stones. A este genio al que no le importa hacer una mala praxis jugándose su carrera con tal de salvarle la vida a su paciente. Adiós al inglés de acento americano perfecto que se costea el sexo sin vergüenza, toca el piano para relajarse y le gusta robar en la cafetería. Adiós al médico que odia (y mucho) pasar consulta, o que se escaquea perspicazmente... Se fue para siempre. Y ahora me voy a
quedar yo con la gran duda existencial que me ha perseguido durante todos estos años: ¿Pero
que cojo**s es lupus?
Y
ya para ir acabando, voy a contestar a la pregunta que os he estado haciendo
durante todo el texto: la respuesta es, ni más ni menos que honrar la memoria
de la serie comenzando de nuevo por el mencionado episodio 1x01… y seguro que
al final acabamos conociendo mucho mejor y confraternizando con uno de los personajes
que marcarán en letras doradas la historia de la televisión: el Doctor House, Gregory House. Te echaré de menos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame del blog, de cine & de series de televisión...